
No es de mi agrado la lucha constante que tengo con la comida. El mundo da vueltas, las articulaciones duelen, la cabeza quiere estallar, sólo quiero estar inmersa en una tina con agua fría…
La vida parece venirse encima, y la temperatura alta hace que se piensen tonterías y situaciones ilusorias. Mientras pienso qué afectó a mi estómago e intestinos, las nauseas regresan una y otra vez. Tengo la cabeza vacía, el cuerpo responde de manera lenta como si tardara en discernir las órdenes que da el cerebro.
Soy como ese escarabajo de La metamorfosis, que tarda en darse la vuelta y siente que la espalda duele… sólo que yo, creo, tengo un aspecto normal ante los ojos de los demás. Pero igual me siento hinchada, con los ojos lentos para parpadear y mis manos torpes.
Quizá por eso en mi vida las dietas no existen, porque cada determinado tiempo mi cuerpo dice “basta” y no me deja probar bocado… sólo que lo hace de manera muy poco agradable.
En fin, mañana todo estará mejor y este cuerpo pesado con estómago irritable estará como nuevo… espero…
Día de la mostaza
Un día como hoy, justo al final de los estudios de licenciatura, mis amigas y yo inventamos la Teoría de la mostaza. Estábamos totalmente fuera de la realidad y una plática llevó a otra, hasta que llegamos a una verdad que aún tratamos de llevar a cabo aunque estemos en caminos y realidades distintas.
Pero ¿cuál es la teoría de la mostaza? Bien, como estoy segura que a muchos les servirá, la describo a continuación:
Cuando una persona que ama la mostaza llega a un lugar y el mesero no puede dársela porque no la tiene y no puede conseguirla, quien la solicita debe ir a buscarla a otro sitio. De esta manera, quien desea la mostaza será feliz al encontrarla, y el mesero estará feliz porque, a pesar de no satisfacer las necesidades del otro, no fue obligado a realizar una actividad que prácticamente le era imposible.
Suena un tanto revuelta la cuestión, pero la moraleja de esto es que debemos empatar felicidades: si deseo algo para ser feliz indudablemente encontraré a alguien que sea feliz al otorgarlo; de esta manera ambos seremos felices. Igualmente, si algo no me hace feliz debo salir y buscar mi felicidad donde sí exista; de la misma manera que debo aceptar las felicidades de los otros muy a pesar de ser o no partícipe de ellas.
Esa es la teoría de la mostaza: ser felices con la felicidad de los otros, y sobre todo, preguntarnos siempre de los siempres: ¿lo que hago me hace feliz?, si la respuesta es un “si”, fantástico; si la respuesta es un “no”, hay que darle vuela a la página y buscar la felicidad hasta encontrarla.
Feliz día de la mostaza :)