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27 de marzo de 2008

recordar no es vivir


Este es uno de mis paisajes favoritos en Cuatro Ciénegas... he prometido ir allá y visitar a mi family...
La vida pasa en un parpadeo. Tan pronto como el presente se transforma en ayer, todo lo que tenía un significado fuerte se queda sepultado en los recuerdos, esos recuerdos que quizás se queden en la piel o en la nariz, o tal vez se hundan para siempre en el olvido. La memoria es un ser traicionero, puede dejar en un cajón el deseo por alguien pero traer cada día el aroma al café de mamá; abandonar en un baúl extraño esa amistad que alguna vez fue indispensable, pero poner siempre en el cerebro la canción infantil que nos hacía reír. Me angustia que el pasado sea un ser débil, y que todo lo que creímos imprescindible sea tan sólo un “algo” que olvidamos, personas que se quedaron atoradas en experiencias, sentimientos que ahora suenan ridículos, una vida ajena en la que fuimos los protagonistas.
Intento amarrarme al presente, capturar la sonrisa de los que quiero, presionar con mis puños la mirada de unos ojos lindos que parecen quererme… pero no será suficiente. El hoy mañana será ayer, las sonrisas se apagarán y esa mirada que aprieto fuerte quizá se vaya tras otra chica.
Pero tengo un plan: no me amarraré a este presente, sino a cada uno que se vaya sucediendo; intentaré sonreír lo más posible para crear siempre sonrisas nuevas en los otros; amaré los ojos lindos que hoy me ven, y los dejaré libres cuando quieran posarse en alguien más, tal vez en ese momento los míos estén también en otro sitio.
La vida pasa en un parpadeo, por eso la clave de la felicidad consiste en disfrutar mientras tenemos los ojos abiertos.

25 de marzo de 2008

comenzar y terminar...



El día siempre comienza igual: un duchazo para despertar, una manzana con yogurt llevada a la boca con prisa, media hora para el maquillaje, sólo diez minutos para calzarse. Ese es mi comenzar de siempre, no dudo en el desayuno pero sí en el tipo de peinado; intento vestirme para estar in todo el día, pero me angustia que mi aspecto vaya en contra del clima; reviso dos veces mis llaves y teléfono en el bolso pero sólo me basta una ojeada para estar segura de que hay suficiente gloss en mis labios.
Me encantaría que el día terminara igual, con un montón de tonterías que sólo le exigen trabajo a dos neuronas. Me gustaría quitar mi maquillaje pensando en mi cara lavada y no en los amigos que dejé por seguir en la oficina; quitar mis zapatos revisando el pedicure y no tratando de darle un giro a ese futuro que parece no llegar; desearía lavar mi rostro, mirarme al espejo y revisar el par de arrugas nuevas, pero como siempre, termino pensando en lo diferente que soy cada día y lo mucho que amo en lo que me he convertido. Desearía tomar mi café nocturno y saborearlo sin prestarle atención a esas palpitaciones que gritan que me estoy haciendo daño; mirar por la ventana para ver las luces de los coches y lo lindo de la ciudad y no pensar en algunos conductores que seguramente están ebrios y se ensartarán en la esquina.
Me gustaría terminar el día tal como lo comienzo: con un par de neuronas funcionando y preocupada por mi pelo. Pero no, no es lo mío. Mi hora de filosofar llega cuando abro la puerta para entrar a casa; cuando preparo ese café delicioso; en el momento en que dejo mis zapatos que me hacen lucir bien y me calzo algo feo pero cómodo; cuando estoy frente a mi libro favorito y digo “hoy fue un día redondo, con más aciertos que tropiezos”. Y afortunadamente, sin saberlo, olvido por completo el glamour y me convierto simplemente en lo que soy.
pd. ¿ven cómo los blanqueadores dentales funcionan? Mis dientes lucen más blancos que en los comerciales de Crest jajaja... (extraño mucho mi pelo largooo)

19 de marzo de 2008

sobre lo que nos depara...




Nada es como lo planeamos. Un día la vida se pone un traje gris y todo sale mal, pero otro se viste de amarillo y parece que nada detiene nuestros sueños y ambiciones. La realidad es así: nada está previsto y lo calculado siempre resultará de manera distinta.
Ayer por la mañana me regresé a casa luego de sentir un poco de frío en mis brazos. No quise parecer exagerada, tomé una bufanda extraña que sólo decoraba mi cuello y salí a la calle, viéndome bien y, aparentemente, abrigada. A un par de horas de llegar a la oficina la temperatura bajó más de 10º C, el viento afuera estaba terrible, y tal como decían algunos testimonios de quienes salieron al exterior, el frío no sucumbió ante mi débil y linda bufanda.
No sólo con el clima suceden estas cosas, pasa con el amor, con la comida, con los estudios… pasa con la vida. La bufanda de la indiferencia nada puede contra la sonrisa linda de quien se creyó olvidado; una valiente decisión de permanecer en un empleo se vuelve cobarde ante la propuesta de una nueva vida, con posibilidades de crecer y un horizonte repleto de experiencias; el “si quiero” se transforma en un “tal vez” cuando descubrimos que lo aceptado no ofrece las ventajas prometidas.
Así es vivir, decidir qué hacer hoy sin saber exactamente lo que nos depara el mañana; aceptar las consecuencias de nuestros actos pero al mismo tiempo maquilar una estrategia para no sufrir de nuevo.
En fin, el hoy es un ser indeciso, y quien se atreve a enfrentarlo está en peligro de encontrar fortuna o decepción, pero ¿acaso no vale la pena correr el riesgo?

12 de marzo de 2008

amor eterno???

No creo en el amor absoluto, hay una frase que me repito cuando hablan de esa entrega ilimitada: “sólo los padres y los hijos se aman realmente, y muchas veces ni ellos lo hacen”. Desgraciadamente creo con vehemencia en la verdad de esas palabras, y digo desgraciadamente porque me encantaría que fuera mentira, encontrar ese amor total y eterno del que todos hablan pero del que nadie está cien por ciento seguro.
Creo en los amores de un par de días, o un par de años. Creo en la pasión y en esa vida que se une a otra gracias a intereses propios que parecen mutuos. Creo en la amistad, en el sabor de los chocolates y en las nubes rojas. Creo en la sonrisa de mi sobrino y en su abrazo que mañana no recordará, creo en la manzana del día o en el Dios que me sonríe cuando paso por una Iglesia. Pero no creo en el amor de dos extraños que se creen conocidos.
Por eso deseo tener mucha pasión, confianza, palabras lindas, sonrisas fáciles, mejillas rojas… porque sé que es lo único que perdura a pesar del tiempo. El amor se acabará pronto, estoy por demás segura; pero todo lo demás no, y yo me encargaré de eso.
La frase del post anterior es linda, pero de ahí a que sea cierta hay mucha distancia, que tristeee...

10 de marzo de 2008

¿verdad que es bonito??

"Amor no es mirarse el uno al otro, sino

mirar los dos en la misma dirección"



Antoine de Saint Exupéry
(cortesía de Semanario No. 111)

3 de marzo de 2008

extrañar...


Los 27 son la edad de la “extrañación”. Hoy le tocó a papá. Quien diría que ese hombre fuerte y malencarado ante el mundo, haría de su familia algo tan fabuloso. Todavía recuerdo cuando me enseñó a escribir el 2, a base de puntitos que tenía que seguir con una línea. Sólo recuerdo el número dos, ni siquiera escribir mi nombre o apilar cubos de madera, sólo ese dos que parecía un pato indefenso luchando para ser descubierto por mi lápiz. Nunca me dijo un te amo, o me abrazó por sorpresa. Pero cantaba cada noche, como esos grillos que lo hacen siempre y se vuelven parte del ambiente. Con él me aprendí la canción del Gato viudo y otras más, vi la luna llena desde mi ventana y conocí la alegría de recibir unos fritos rojos cuando él llegaba de la tienda. Nunca me dejó llevar a mis amigos a la casa, pero jamás me negó un permiso; no cuestionaba mi vida y nunca se enojó por mi carácter extraño en la adolescencia.
Con él viajé en tren y conocí el trigo en el campo, bebí agua de arroyos sin escrúpulo alguno, y aún recuerdo el letrero en rojo que estaba en una pared vieja: “fuera yanquis de Nicaragua”, en ese momento supe que existía un país llamado Nicaragua, y que los yanquis eran los famosos “gringos”.
Es cierto, fue un padre muy difícil, jamás sonreía y no inspiraba confianza; un día uno de mis hermanos dijo que era como esas estrellas de los dibujos infantiles: por cualquier lado se le encontraba un obstáculo con qué toparse. Y si, así era mi padre: crítico, sarcástico y con la realidad puesta siempre enfrente para no desubicarse.
Pero ese hombre fuerte y difícil ahora tiene una envoltura diferente. Su corazón se ha vuelto frágil y cualquier momento dejará de funcionar; el cabello en su cabeza no es ni la mitad del que tenía en aquellos tiempos; ha perdido estatura, su caminar es un poco atropellado; no distingue lo que está a distancia y confunde fácilmente mi voz en el teléfono. Para él siempre hace frío y las cenas existen ocasionalmente; los viajes en tren quedaron atrás y convencerlo de salir de la ciudad se ha convertido en toda una hazaña. Pero ahí está, disculpando a mi madre cuando llamo y él está solo en casa; riendo a carcajadas cuando le digo que tiene la panza como “rumbón” (redonda como la espalda de esos escarabajos); aguantando mis abrazos continuos que para él deben ser como tacleadas de americano; sonrojándose cuando le mencionamos lo bien que se ve disfrazado de vaquero…
Ese es mi padre, el mismo que este año cumplió los 78, de quien me cuesta despedirme cada vez que regreso a mi solitaria realidad a kilómetros de distancia, del que heredé mi carácter frío y sarcástico, a quien amo y me encantaría que jamás se fuera…