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6 de febrero de 2008

el supeeer



Hay algo maravilloso que jamás cambiaría por nada. Quizá muchos me juzguen loca o me hagan ver el carácter de mujer abnegada y sumisa que en el fondo llevo, pero si, soy así y me encanta. ¿De qué hablo? De ir al super. Creo que no hay plan tan cotidiano y necesario que sea más “disfrutable”; es una necesidad, es cierto, al igual que ir al sanitario o a retocarse la sombra de ojos, pero no es una necesidad en sí a menos que se carezca de tiempo.
Ir al super es una aventura. Para poder “ir”, necesitamos tener al menos dos horas libres, no es posible salir de compras en lo que el arroz se esponja. Además, el supermercado es el único lugar donde no importa ir guapa, da igual si se va en sandalias o en zapatillas, no hay ojos que nos observen y destruyan nuestro ego. Entrar a ese lugar es maravilloso, decidir entre comenzar con las frutas o los abarrotes; descubrir que nos hace falta un recogedor (jajaja esos siempre hacen falta jajaja); o simplemente encontrar los manteles individuales que combinan perfectamente con las cortinas del comedor.
Me gusta ir al super y ver que justamente elegí el carro con la llanta chueca, o el que está más atorado en la fila de la entrada. Recordar que el comercial de la otra tienda anunciaba más barato el aguacate (que necesito urgentemente) y que sólo vine a ésta para ahorrar en el Pinol (que no llevaré, seguro); comprar el yogurt más barato para economizar y no escatimar en el shampoo que anuncia la rubia de pelo lacio en la tele (sin ser yo ni rubia natural ni lacia); llenar el carrito de ingredientes para una sola comida, para luego no saber en qué utilizar lo que sobre y terminar con el refrigerador vacío a los tres días; cerrar los ojos ante el helado con el fin de no exprimir mi cartera pero ceder a última hora ante la revista que me ofrece ser más saludable si la llevo AHORA…
En fin, me gustan todas esas cosas y llegar a casa sintiéndome la súper mujer (lógico, vengo del SUPER mercado); ver mi alacena llena e imaginar la comida del siguiente día; tirarme en la cama para leer lo que me vende esa revista que rebosa salud y cuerpos perfectos mientras me llevo una rebanada de pizza de peperoni a la boca, al fin y al cabo ¿quién le hace caso a una revista?… yo mejor disfruto de mi viaje al súper…

2 dicen...:

Anónimo dijo...

Wooorale no sabía ke ir al super fuera tan emocionante, será poque aún no he tenido la necesidad de ir, pues quien sabe, pero ke bueno que tu lo disfrutes tanto.

Cuando leía tu relato se me vino a la mente una película en la que todo gira en torno al super, esta bien cómica... jajajaja... dicen que también es un buen lugar para conocer a la gente sólo con ver lo ke lleva en el carrito.

En fin, mitos sobre el super podrá haber muchos, lo cierto es que si es un lugar seguro y relajante para algunos.

Cuidate y sigue sin hacer caso de esas revistas saludables...

*Diana

La Chocorrola dijo...

¡Dalia María Alejandra del Super! jajajajajajajaja

Comparto todo lo que dices... Tal vez yo no hago el super como tú, porque en realidad quién compra es mi mamá, pero de repente, tener ese poder de decisión sobre qué es mejor llevar, manejar el carrito y finalmente ir colocando las cosas en la banda de la caja, mientras se hojean algunas revistas...

A mi lo que más me gusta de ir al super es guardar todo en su lugar, porque es algo así como que ir llenando los huecos que había, imaginar (como lo dices) los posibles menús que se harán...

En fin, el super es una experiencia única... Espero algún día hacerlo solita... o bueno, si me acompaña un galante muchacho no vendría nada mal, jajajajajaja

Ayer estuvo buena la película, a pesar de que no me impresioné tanto (como con otras películas), anoche, de repente se oyó un ruidito y me asusté muchooo, no manches... ese Del Toro, sabe cómo manejar el suspenso... jajajajaja

Espero pronto podamos ir al teatro, o al Icocult o algún lugar de esos cultosos, jajajajajaja

Un abrazote!

*aleida!*