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25 de diciembre de 2009

Adios papá


Te fuiste y me dejaste así, con el corazón apachurrado y los ojos rojos. Te fuiste y la casa te extraña, igual que tus plantas, la mecedora, el lado izquierdo de mamá, igual que te extraño yo.
No esperaba que te fueras tan pronto. Los libros de medicina decían que durarías meses, incluso años; quienes me veían preocupados por tí me comentaban que seguramente mejorarías... pero nadie, ni siquiera mi voz interna, mencionó que debía prepararme porque tu vida pendía de un hilo y se escaparía de pronto.
¿Sabes? Me arruinaste los planes. Tu debiste ir de mi brazo y entregarme en el altar; mis hijos tenían que jugar contigo y saber que tenían un abuelo muy especial; tenías que cantar los coros de la posada ayer en la noche, adorar al niño Dios y emocionarte con tus regalos; debiste probar mi pastel en mi cumpleaños 29; pero no lo hiciste porque la vida decidió alejarse de tí en la madrugada... porque la muerte te encontró minado por todas esas enfermedades terribles que te asaltaron de un tiempo acá. Pero qué importan mis planes rotos, sé que donde estés eres un hombre pleno y satisfecho, sano de nuevo, tan fuerte como te recuerdo.

Me duele mucho que te hayas ido, me duele en el alma que ya no estés entre nosotros. Solo espero que esta tristeza no se respire siempre, que este aire denso se vaya tal como se va el invierno, y que todos los que sufrimos con tu pérdida aprendamos a honrarte con todo aquello que dejaste en nuestras vidas. Te extraño papá, te extraño mucho...