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26 de septiembre de 2009

papá

Dicen que está muy bien... que está contento... que durará un tiempo considerable.
Dicen que no empeorará... que ha tenido buena respuesta al medicamento... que se mueve más.
Dicen que ya no se queja... que duerme bien por las noches... que platica fluidamente.

Lo que nadie dice es que ya no juega con sus nietos, ni se pone las botas que le gustaban ni disfruta del box por la tele los fines de semana. Lo que se les olvida es darse cuenta que ya no va a visitar a su hermana favorita, ya no saca la lengua luego de un mal chiste ni ríe a carcajadas por nuestras tonterías. No se menciona que no ha vuelto a caminar, que ya no conoce nuestros rostros y que el dolor se lo aguanta.


Lo que todos olvidan es recordar que cuando un papá se va no hay quien lo supla, que nada de ayer volverá, que cada día que pasa es acercarnos más a su despedida.

La tristeza se siente en el ambiente, verlo en cama sin moverse y con la mirada perdida es una escena que jamás vi en mi futuro inmediato.

Cualquier día sonará el teléfono para avisarme de la hora y el cómo de su muerte, y no sé si seré sensata, pasional o eufórica ante la situación, de lo que si estoy segura es que no quiero que suceda pronto...

Esta mañana me di cuenta que no hay nada que yo pudiera hacer para que deje de una vez de llover.