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12 de junio de 2007

Llegó la hora


La vida tiene esos aspectos raros que nos hacen sentir fuera de lugar. De pronto aparecen sueños de la nada, sueños que estaban en un rincón porque la rutina diaria los dejó de lado.


Vivir el momento muchas veces tiende a alejarnos de lo que alguna vez quisimos, de las cosas que de verdad nos hacen sentir vivos y que es primordial, o lo fue alguna vez, en nuestra vida.


En estos días de cambio y de fin de ciclo, la tensión se apoderó de mí a cada minuto sin saberlo. Las cosas que no salieron como debieran me hicieron pensar que no todo estaba bien y que el mundo a mi alrededor estaba un tanto dispar con mi persona.


Pero la vida me sorprendió, y recordé que aún tengo sueños que necesitan ser valorados, y que afortunadamente nadie me ata para vivirlos plenamente.


Dicen que la soledad hace que las personas se cierren ante las oportunidades de la vida, se vuelvan hurañas ante el futuro y ofrezcan la espalda antes que una sonrisa. Pero no todo es cierto. La soledad da la oportunidad de crecer a un ritmo propio, la posibilidad de escoger un camino cualquiera sin dañar al que está a tu lado, volar sin temor y tomar o dejar sólo pensando en la felicidad propia.


No quiero alejarme de nuevo de mis sueños. Deseo vivirlos y ver que mi historia es tal como la soñé un día. Creo que ya he comenzado a fabricarme una identidad propia, pero aún falta mucho camino por recorrer y se que será maravilloso el trayecto.